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Desde que empecé a vivir en el 2006 en la zona suburbana de la ciudad me sentí por primera vez alejado de todo cuanto conocía. Entendí que la distancia –entre la orilla de la ciudad y su centro– alteraba significativamente las relaciones humanas y el sentido de comunidad en conjunto. Veía cómo imperaban los modelos de vida individualistas mientras el paisaje alrededor sufría de mutaciones constantes debido a la construcción de desarrollos residenciales privados.

 

Esta condición me llevó a generar un interés por todo aquello que estuviera al margen, o a lo que no se le prestara suficiente atención al momento de representar a Monterrey, tanto en la periferia de la ciudad como en el centro de ésta. Por lo tanto, es importante para mí evitar todo icono regiomontano o convención fotográfica local que pudiera caer en lo folclórico o en el enaltecimiento de dicha ciudad.

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